Muerte: llanto, consuelo y alegría
Muerte
noviembre 2, 2020
“Dicen que la muerte es parte de la vida, pero esa es una realidad con la que nunca nos acostumbraremos, ¿sabes por qué? Simplemente por el hecho de que no fuimos creados para morir.”
Frederico Branco
Desde que conocí las enseñanzas de la Palabra de Dios, tengo la esperanza de reencontrarme con mis amigos y parientes que ya descansaron. Sé que parece imposible superar el profundo dolor causado por la muerte, pero cuando acudimos a Dios y su Palabra, rayos de luz nos traen esperanza y alegría, porque Él es “nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1). Cristo nos dio esa certeza cuando hizo la siguiente promesa: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4). ¡Tengo la convicción de que las lágrimas de hoy pueden transformarse en alegría! Quiero destacar tres palabras: “llanto”, “consuelo” y “alegría”.
Creados para vivir y sonreir, no para llorar
Dicen que la muerte es parte de la vida, pero esa es una realidad con la que nunca nos acostumbraremos, ¿sabes porqué? Simplemente por el hecho que no fuimos creados para morir. El sabio Salomón escribió: “Él [Dios] Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Eclesiastés 3:11).
Consciente o inconscientemente estamos insatisfechos con la realidad de este mundo transitorio, pues fuimos creados para una vida sin fin. Fue Dios mismo quien colocó en nuestro corazón el deseo de la eternidad y lo hizo porque nos ama y desea darnos vida eterna. Por lo tanto, la muerte no es el fin y el llanto de hoy se convertirá en alegría en el mañana (Juan 16:20). Esto nos lleva a la segunda palabra: consuelo.
Las promesas de Dios nos consuelan
El apostol Pablo escribió: “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18).
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:13-17).
La esperanza cristiana se enfoca en los eventos relacionados a la Segunda Venida de Jesús. Cuando Él vuelva, conforme prometió (Juan 14:1-3), aquellos que murieron en Cristo resucitarán, se unirán a los vivos y, juntos, se encontrarán con Jesús en el aire. La bendición de estar junto a familiares, amigos y al propio Salvador traerá una alegría indescriptible (Tito 2:13). ¡Imagina la escena de ese reencuentro, la intensa manifestación de emociones, besos y abrazos apretados y la gran alegría que vibrará en cada fibra de nuestro ser! Es emocionante ver videos de soldados volviendo a casa. Cuando se reencuentran con sus seres queridos, el dolor de la partida inesperada es pequeña en comparación con la enorme alegría del reencuentro (Romanos 8:18). Así, la esperanza bíblica nos alegra porque somos consolados por Dios.
¿Es posible volver a ser feliz?
Aunque suframos el dolor del luto, podemos disfrutar de la alegría como un don espiritual (Gálatas 5:22). A través de las Sagradas Escrituras, el Espíritu Santo nos consuela y nos alienta a proseguir con fe y esperanza en el cumplimiento de las promesas divinas. El salmista escribió que “el llanto puede durar la noche entera, pero a la mañana vendrá la alegría” (Salmos 30:5). Así como el sol irrumpe de mañana en gloria disipando toda oscuridad, la luz del amor de Dios disipa la oscuridad de la tristeza. La noche oscura pasará, y cuando Cristo vuelva con poder y gloria, se cumplirá lo que fue dicho:
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15:51-55).
Si mantenemos nuestra confianza en Dios, la noche de tristeza se disipará con la mañana de alegría. Fue así cuando Cristo resucitó en aquella mañana de domingo, y así será cuando Él regrese. Entonces, “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron” y “estaremos para siempre con el Señor” (Apocalipsis 21:4 ; 1 Tesalonicenses 4:17). “Por tanto, aliéntense los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18).
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Frederico Branco es licenciado en Teología y actualmente trabaja en el departamento de Escuela Bíblica de la Red Nuevo Tiempo de Comunicación en Brasil.