Muerte: llanto, consuelo y alegría
Muerte
octubre 3, 2025

Dicen que la muerte forma parte de la vida, pero es una realidad a la que nunca nos acostumbraremos. ¿Sabes por qué? Simplemente porque no fuimos creados para morir.
Pr. Frederico Branco
Desde que conocí las enseñanzas de la Palabra de Dios he tenido la esperanza en mi corazón de reunirme con amigos y familiares queridos que ya pasaron al descanso. Sé que parece imposible superar el profundo dolor causado por la muerte, pero los rayos de luz nos traen esperanza y alegría cuando nos dirigimos a Dios y a su Palabra, porque él “es nuestro refugio y fortaleza. Él siempre está dispuesto a ayudarnos en los momentos difíciles” (Salmo 46:1, PDT). Cristo mismo nos lo aseguró cuando prometió lo siguiente: “Dichosos los que lloran, porque serán consolados” (Mateo 5:4, NVI). ¡Estoy convencido de que las lágrimas de hoy pueden transformarse en alegría! Quiero destacar aquí tres palabras: “llanto”, “consuelo” y “alegría”.
No nos acostumbramos al llanto del luto
Dicen que la muerte forma parte de la vida, pero es una realidad a la que nunca nos acostumbraremos. ¿Sabes por qué? Simplemente porque no fuimos creados para morir. El sabio Salomón escribió: “Dios lo hizo todo hermoso para el momento apropiado. Él sembró la eternidad en el corazón humano, pero aun así el ser humano no puede comprender todo el alcance de lo que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin” (Eclesiastés 3:11, NTV). Consciente o inconscientemente, estamos insatisfechos con la realidad de este mundo transitorio, pues fuimos creados para una vida sin fin. Fue Dios mismo quien puso el anhelo de eternidad en nuestros corazones y lo hizo porque nos ama y desea concedernos la vida eterna. Por lo tanto, la muerte no es el final y el llanto de hoy se convertirá en alegría mañana (Juan 16:20). Esto nos lleva a la segunda palabra: consuelo.
Las promesas de Dios nos consuelan
“Por tanto, aliéntense los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18).
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoren acerca de los que duermen, para que no se entristezcan como los demás que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios traerá por medio de Jesús, y con él, a los que han dormido. Pues les decimos esto por palabra del Señor: Nosotros, que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, de ninguna manera precederemos a los que ya durmieron. Porque el Señor mismo descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángel y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos y habremos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para el encuentro con el Señor en el aire; y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:13-17).
La esperanza cristiana se centra en los acontecimientos relacionados con la segunda venida de Jesús. Cuando él regrese, como prometió (Juan 14:1-3), los que murieron en Cristo resucitarán, se unirán a los vivos y se reunirán con Jesús en el aire. La bendición de estar junto a la familia, los amigos y el propio Salvador traerá una alegría indescriptible (Tito 2:13). Imagina la escena del reencuentro, la intensa manifestación de emociones, besos, fuertes abrazos y la gran alegría que vibrará en cada fibra de nuestro ser. Me emociono cada vez que veo los vídeos de los soldados que vuelven a casa. ¡Cuando se reúnen con sus seres queridos, el dolor de la inesperada partida palidece en comparación con la enorme alegría del reencuentro! (Romanos 8:18). Es con esta esperanza bíblica que Dios nos consuela y así podemos alegrarnos.
¿Es posible volver a ser feliz?
Aunque sufrimos el dolor de la pena, podemos disfrutar de la alegría como un don espiritual (Gálatas 5:22). A través de las Sagradas Escrituras, el Espíritu Santo nos consuela y nos anima a seguir adelante con fe y esperanza en el cumplimiento de las promesas divinas. El salmista escribió que “el llanto podrá durar toda la noche, pero con la mañana llega la alegría” (Salmo 30:5, NTV). La idea del texto es que “al atardecer viene el llanto para refugiarse o quedarse toda la noche, pero la alegría viene por la mañana”. Al igual que el sol sale por la mañana con gloria disipando todas las tinieblas, la luz del amor de Dios disipa las tinieblas de la tristeza. La noche oscura pasará, y cuando Cristo vuelva con poder y gloria, se cumplirá lo que se dijo:
“He aquí, les digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. Porque sonará la trompeta, y los muertos serán resucitados sin corrupción; y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y que esto mortal sea vestido de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita:¡Sorbida es la muerte en victoria! ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” (1 Corintios 15:51-55).
Si mantenemos nuestra confianza en Dios, la noche de tristeza se disipará con la mañana de alegría. Así fue cuando Cristo resucitó aquel domingo por la mañana, y así será cuando vuelva. Entonces “no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron” y “estaremos con el Señor para siempre” (Apocalipsis 21:4; 1 Tesalonicenses 4:17). “Por lo tanto, anímense unos a otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18, NVI).
Autor: Pr. Frederico Branco
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