El cristiano y el baile
Vida cristiana
octubre 11, 2024
¿Habrá un tipo de baile que sea aceptable para el cristiano?
Carlos A. Steger
La Iglesia Adventista del Séptimo Día tradicionalmente ha enseñado que el cristiano no debe bailar, debido a que dicha práctica tiende a menoscabar y destruir la vida espiritual y moral. Sin embargo, muchos se preguntan: ¿Por qué no podemos bailar? Posiblemente conocen lo que enseña la iglesia, pero tienen dudas en cuanto a la base bíblica de tal enseñanza. ¿Acaso la Biblia no menciona al baile como una práctica aceptable? Si David bailó delante de Jehová, ¿por qué no lo podemos hacer nosotros?
El baile o la danza se mencionan un poco más de veinte veces en las versiones castellanas de la Biblia. Por ejemplo, la Reina-Valera Revisada (RVR), versión 1960, utilizada por la mayoría, se refiere al baile o la danza en 27 pasajes. El número de veces varía según la versión, debido a que las ocho palabras hebreas utilizadas tienen más de un significado y pueden traducirse de distintas maneras. De un total de 139 veces que se usan estas palabras en el texto original, no alcanzan a 30 las veces que se pueden traducir como baile o danza. La mayoría de las referencias están en el Antiguo Testamento (22 veces en la RVR), mientras que las 5 referencias del Nuevo Testamento se circunscriben a los Evangelios sinópticos.
Bailes o danzas con fines religiosos o de diversión
Un análisis de los 27 pasajes en los que la versión RVR se refiere al baile o la danza muestra que, con una sola excepción, en todos los casos se trata de una expresión de sano gozo y alegría, generalmente asociada a la adoración religiosa. Muchos pueblos vecinos de Israel practicaban el baile o la danza con otros fines, como el baile orgiástico y excitante de los cultos idólatras, o la danza fúnebre acompañando las ceremonias mortuorias. Pero los israelitas fueron diferentes. No se registra ni un solo ejemplo de danza sensual, ni tampoco de danza fúnebre en la Biblia. Por el contrario, la danza o el baile eran manifestaciones puras e inocentes de júbilo, la mayoría de las veces asociadas con la alabanza a Dios. Consideremos los textos más representativos.
Un buen pasaje para comenzar nuestro estudio se encuentra en el capítulo 3 de Eclesiastés, donde Salomón ilustra poéticamente el principio de que “todo tiene su tiempo”. Para ello se vale de una serie de contrastes bellamente arreglados en pares paralelos, un recurso típicamente hebreo. En el versículo 4 dice que hay “tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar’. La idea es clara: bailar es una expresión de alegría en contraposición a endechar, así como reír denota gozo en contraste con llorar. La palabra hebrea que aquí se ha traducido como “bailar” significa básicamente “saltar”, y así se traduce en siete de los nueve pasajes donde aparece en todo el Antiguo Testamento. En realidad, aun en nuestra cultura es muy común la manifestación de alegría mediante pequeños saltos, conducta que se puede observar en los niños cuando reciben una buena noticia, o en los jóvenes y adultos cuando festejan un gol en un partido de fútbol. Similarmente, en Salmos 30:11 y en Lamentaciones 5:15 la danza se presenta como sinónimo de alegría en contraste con el lamento o el luto, que en estos textos se considera un resultado de la providencia divina.
El Antiguo Testamento presenta varios ejemplos de manifestaciones de alegría valiéndose de esta expresión. Uno puede imaginar a una adolescente, la hija de Jefté, que al recibir a su padre victorioso expresa su júbilo brincando inocentemente, como lo registra Jueces 11:34. De la misma manera, las mujeres de Israel salieron a recibir a Saúl y a David cantando y danzando para festejar el triunfo sobre Goliat y los filisteos (1 Sam. 18:6). En una oportunidad anterior, las mujeres israelitas habían expresado su gozo por la liberación milagrosa en el Mar Rojo mediante cantos y danzas (Exo.15:20, 21). En este caso, el canto y la danza fueron una manifestación de gratitud y alabanza a Dios.
Este y otros casos evidencian que, contrariamente a lo que ocurre en la cultura occidental, la danza en los tiempos bíblicos estaba estrechamente asociada con la adoración y la alabanza a Dios. El ejemplo más conocido es el de David encabezando la procesión que llevaba jubilosamente el arca a Jerusalén. Vestido con un efod de lino, atuendo característico de los sacerdotes, “David danzaba con toda su fuerza delante de Jehová” (2 Sam 6:14). Se puede entender mejor el significado de esta frase al leer en el versículo 16 que David “saltaba y danzaba delante de Jehová”. Nuevamente se presenta la danza como una manifestación física de alegría mediante saltos. Efectivamente, el relato enfatiza que el traslado del arca se realizó con gran alegría y júbilo (vs. 12, 15).
Es en este contexto que se aclara el sentido de las invitaciones del salmista a alabar a Jehová con danza, registradas en Salmos 149:3 y 150:4. Los últimos capítulos de Salmos utilizan un lenguaje figurado para llamar a la creación entera, animada e inanimada, a alabar a Dios. Si bien no se puede tomar en forma literal todo lo dicho, estas expresiones referidas a la danza como parte del culto divino eran perfectamente normales para la mentalidad oriental. “La danza en los tiempos bíblicos era una manifestación externa de gozo santo, que se realizaba con el mismo espíritu con que se elevaban cantos de alabanza u oraciones de agradecimiento” (Comentario Bíblico Adventista, t. 1, p. 584; ver también el t. 2, p. 626).
Si los tiempos cambiaron, ¿no deberían cambiar los principios?
Alguien podría preguntar: ¿No podríamos hacer bailes religiosos, como en los tiempos del Antiguo Testamento? La respuesta nuevamente es negativa, por varias razones. En primer lugar, porque vivimos en una cultura diferente que la del Antiguo Testamento. Aunque el ser humano tiene las mismas emociones y sentimientos en todas las culturas, la forma de expresar esas emociones o sentimientos varía entre una cultura y otra. Las diferencias culturales se ven en todos los aspectos de la vida. Los principios que rigen la vida del creyente y su adoración son universales, pero la forma de aplicarlos varía. Por ejemplo, los hebreos manifestaban reverencia ante la presencia de Dios quitándose los zapatos, cosa que en nuestra cultura se considera una grave falta de reverencia y de respeto. Otro ejemplo es la exteriorización de tristeza y arrepentimiento, que los israelitas indicaban rasgando sus vestidos y colocando ceniza sobre sus cabezas, lo que en nuestra cultura sería visto casi como una expresión de desequilibrio mental. Una diferencia similar ocurre en relación con el baile y la danza, que para la mentalidad israelita tenía un sentido muy diferente al que tiene en la sociedad contemporánea occidental.
Hay otras razones. Mientras que la danza se relaciona con el culto más de una vez en el Antiguo Testamento, no ocurre lo mismo en el Nuevo Testamento, que no contiene ninguna referencia al baile como parte de la adoración. El baile se menciona solamente en los tres primeros Evangelios, y está totalmente ausente del resto del Nuevo Testamento. Los apóstoles se refirieron a la organización de la iglesia y la forma de realizar el culto, incluyendo el canto, la oración la predicación y la Cena del Señor, pero no dijeron ni una palabra acerca de la danza como parte integrante del culto. El baile o la danza tampoco se mencionan al describir la tierra nueva ni al detallar la adoración futura de los redimidos en el cielo.
Luego de analizar las razones por las cuales consideramos que el baile es inconveniente para un cristiano, quisiera sugerir que tenemos acceso a una gran cantidad de recreaciones sanas que pueden ocupar su lugar brindándonos mucho más que el baile. La necesidad de relacionarnos socialmente puede ser atendida mucho mejor mediante otras actividades que nos permiten cultivar amistades profundas y duraderas dentro de un marco de respeto hacia los demás y de pureza moral, que cuenten con la aprobación de Dios.
Al profundizar nuestra amistad con Cristo, vamos aprendiendo a encontrar recreaciones en las que él puede participar. Nos acostumbramos a preguntarnos si él se sentiría cómodo de acompañarnos en tal o cual recreación. Y nos habituamos a gustar más y mas de lo que él puede aprobar. Al contemplar diariamente a Cristo se renueva y transforma nuestro entendimiento, y llegamos a comprobar que la buena voluntad de Dios es “agradable y perfecta” (Rom.12:2).
La verdadera felicidad no se logra mediante placeres como el baile, sino mediante la comunión con el Señor. Porque “el hombre, creado para ser compañero de Dios, puede hallar su verdadera vida y desarrollo únicamente en ese compañerismo. Creado para hallar en Dios su mayor gozo, en ninguna otra cosa puede hallar lo que puede calmar los anhelos de su Corazón, y satisfacer el hambre y la sed interiores” (La educación, p. 120).
Autor: Carlos A. Steger, Ph. D., fue decano de la Facultad de Teología de la Universidad Adventista del Plata.
La publicación original de este artículo se encuentra en la página web: https://www.adventistbiblicalresearch.org/es/materials/el-baile/
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