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Jonás: el profeta tragado por un pez

Gracia

mayo 5, 2025

La gracia de Jesucristo que salvó a Jonás y a Nínive está disponible también para ti.

Denis Versiani

Contexto histórico

“Nada puede prepararte para un evento en el que acabes dentro de una ballena. ¡Es puro instinto!”. Esa es la historia de Rainer Schimpf, que estaba filmando a delfines, tiburones, pingüinos y aves que se alimentaban de sardinas a 25 millas náuticas de Puerto Elizabeth, en la costa sudafricana. Era un día hermoso y soleado, y el mar estaba en calma. “Estaba fotografiando a un tiburón que se preparaba para atravesar un cardumen… Al siguiente instante, todo se oscureció, y sentí una presión alrededor de mi cintura, y, en el momento en que sentí esa presión, supe enseguida que una ballena me había engullido”. Rainer dijo que su instinto inmediato fue contener la respiración, ya que sabía que podía caer en aguas profundas. Las ballenas de Bryde pueden alcanzar fácilmente las 20 toneladas, y se sumergen rápidamente. Con toda esa masa, sus bocas podrían aplastar fácilmente las costillas de Rainer, o podrían llevarlo a una profundidad en la que seguramente moriría. Pero las ballenas de Bryde, a pesar de ser gigantes de la naturaleza, son conocidas por ser animales muy dóciles. Unos segundos más tarde, unos 15 metros más adelante, la presión se redujo y Rainer fue expulsado de la boca de aquel increíble animal. Creemos que la ballena estaba tan asustada como Rainer, porque no es habitual que una ballena se trague una foca, un delfín o cualquier otro animal.

Historias como esta son extremadamente raras, y Rainer tuvo mucha suerte. Por supuesto, su historia recuerda a la de alguien que no solo se quedó atascado en la boca de un pez, sino que fue tragado y permaneció allí durante mucho más tiempo.

La historia de Jonás es una de las más sorprendentes de la Biblia. ¿Cómo puede alguien sobrevivir durante tres días dentro del estómago de un pez? Pero eso es solo un detalle de una historia apasionante que presenta a un Dios siempre interesado en salvar.

“La palabra del Señor vino a Jonás hijo de Amitay: ‘Anda, ve a la gran ciudad de Nínive y proclama contra ella que su maldad ha llegado hasta mi presencia’” (Jonás 1:1, 2).

Jonás, hijo de Amitai, de Gath-hepfer (2 Reyes 14:25), aceptó la llamada de Dios para promover la reforma política y espiritual en la nación de Israel durante el reinado de Jeroboam II, en el período probablemente comprendido entre el 793 y el 753 a. C. Esto convirtió a Jonás en un profeta influyente en Israel durante un período de gran angustia nacional causada por los reyes anteriores que hicieron lo malo ante el Señor. Hay consenso en que el libro de Jonás fue escrito por el propio profeta.

Durante esta reforma, Dios llamó a Jonás para la misión especial de advertir a Nínive de los peligros de su crueldad. Nínive era la capital del imperio asirio, una nación idólatra conocida por ejercer una dura represión sobre los pueblos que dominaba. Nahum llamó a Nínive “ciudad sanguinaria”, “llena de mentiras y de robos” (Nahum 3:1, NBV; véase 3:19). Pero si Dios llamó a Jonás para que alzara su voz contra ella, significa que Nínive aún no estaba totalmente perdida.

La afirmación de que Dios es amor impregna toda la Biblia. Dios no tenía ningún interés en la destrucción de una ciudad de más de ciento veinte mil personas. Ejerció su gracia sobre Sodoma y Gomorra intentando salvar a sus habitantes durante más de cuatrocientos años antes de destruirlos. Pero ese pueblo decidió obstinadamente rechazar a Dios (Génesis 18:20, 21). Nínive iba rápidamente por el mismo camino, y necesitaba ser advertida, antes de que pasara el límite de la gracia.

“Pero Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, donde encontró una nave que partía para Tarsis; pagó su pasaje, y se embarcó para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová” (Jonás 1:3).

La Biblia no aclara cuáles eran las motivaciones de Jonás, pero, al leer todo el libro, parece que albergaba un profundo resentimiento hacia los asirios, probablemente debido a que el imperio asirio había oprimido en ocasiones a Israel. De hecho, años después, el reino del norte fue totalmente destruido por los asirios. La nación se dispersó por todo el imperio, y la cultura de las tribus del norte se desintegró. Puede ser que algunos de los miembros de la familia de Jonás fueran llevados cautivos o asesinados por la crueldad de los asirios, o que Jonás fuera testigo de esta crueldad y juzgara que ya estaban fuera de la gracia de Dios (véase Jonás 4). El hecho es que pensó que Dios se equivocó al salvar a ese pueblo impío.

Jonás huyó de la presencia de Dios, o al menos se engañó pensando que podía hacerlo. El llamado de Dios llevó a Jonás a un estado de profunda depresión. Era un llamado demasiado duro. En realidad, el profeta pensaba que si no predicaba, Dios manifestaría su ira y destruiría la capital asiria, y así liberaría a Israel de la opresión de sus enemigos (Jonás 4:2).

Al ser un profeta israelita, Jonás conocía el Salmo 139, que reconoce la omnipotencia de Dios. “¿Dónde puedo esconderme de tu espíritu? ¿Cómo podría huir de tu presencia? Si subiera yo a los cielos, allí estás tú; si me tendiera en el sepulcro, también estás allí. Si levantara el vuelo hacia el sol naciente, o si habitara en los confines del mar, aun allí tu mano me sostendría; ¡tu mano derecha no me soltaría! Si quisiera esconderme en las tinieblas, y que se hiciera noche la luz que me rodea, ¡ni las tinieblas me esconderían de ti, pues para ti la noche es como el día! ¡Para ti son lo mismo las tinieblas y la luz!” (véase el Salmo 139:7-12, RVC). Pero el dolor que sentía el profeta no le hacía pensar con claridad. Hizo exactamente lo que escribió el salmista, engañándose a sí mismo con la idea de que podía esconderse de Dios. Así que intentó huir a Tarsis, una ciudad que estaba en la costa sur de España, al otro lado del Mediterráneo, a casi 4000 kilómetros de Israel.

La tormenta y el gran pez

El libro continúa diciendo que, en alta mar, el barco fue golpeado por una violenta tormenta. Los marineros intentaron de todo para mantener el barco a flote: se deshicieron de la carga y clamaron a sus dioses por liberación. Mientras tanto, Jonás, para olvidar la angustia en la que estaba sumido, dormía profundamente en la bodega. Los marineros sintieron que esta tormenta era muy extraña, y recurrieron a sus supersticiones para averiguar quién la había causado. El Señor utilizó el método para determinar al culpable, de modo que “la suerte cayó sobre Jonás” (Jonás 1:7).

El profeta admitió su culpa ante los marineros y pidió que lo echaran al mar. Solo entonces la tormenta se calmaría. Cuando Jonás fue arrojado al mar, la furia de la tormenta se calmó (Jonás 1:15), y Dios se dio a conocer a aquellos marineros. Fue entonces cuando “el Señor dispuso un gran pez que se tragara a Jonás. Y este estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches” (Jonás 1:17).

Hay otra historia que conocemos de alguien que fue tragado por un pez. Pinocho, el niño de madera creado por el maestro Yepeto, que cobró vida, pero se involucró con malos amigos y fue tragado por una ballena, o por un tiburón, el gran “Atila de los mares”. Pero eso es solo una fábula.

Querido lector, es un error que pensemos que Jonás, como Pinocho, fue tragado por una ballena o un tiburón. Los estudios dicen que ni siquiera la ballena azul, el mayor mamífero de los mares, podría tragarse a un hombre. Las ballenas tienen un dispositivo llamado “barba de ballena” para filtrar su alimento, que consiste en pequeños peces, calamares y krill, un crustáceo diminuto. Incluso si una ballena pudiera tragarse accidentalmente a un hombre, este quedaría aplastado en cuanto cerrara la boca, y, si la víctima tuviera suerte, probablemente moriría atrapada en la garganta del animal porque el esófago no es lo suficientemente ancho como para que pase un ser humano.

Entonces, ¿qué animal era este? El libro no indica si el pez fue creado por Dios para la ocasión, o si el Señor utilizó uno ya existente capaz de tragarse a un hombre. El hebreo utiliza una palabra genérica para “pez”. Pero cuando Jesús habló de este relato, Mateo utilizó la palabra griega kétos, que significa ‘monstruo del mar’ (Mateo 12:40). Algunos piensan que era el leviatán de Job 41:1, o alguna especie extinta de cachalote. Pero especular sobre esto es irrelevante para la historia.

Lo importante es saber que Jonás no solo fue tragado, sino que permaneció vivo “durante tres días y tres noches” en el vientre del pez. Aunque totalmente increíble, este hecho fue real, hasta el punto de que el propio Jesús lo citó. Estamos acostumbrados a ver imágenes infantiles de Jonás de rodillas rezando a Dios dentro del pez. Pero no fue así. En el estómago de ese pez, el jugo gástrico le entró por la nariz y la boca y le quemó la piel y las mucosas. El olor tóxico del amoníaco, el monóxido de carbono y el metano de los animales y las algas en descomposición debió haber sido terrible y asfixiante. No tenía dónde apoyarse y, a medida que el animal se movía, todo se movía, y Jonás debió de pensar varias veces que moriría ahogado o digerido. Ese momento fue de profunda agonía, y pudo haber pensado que había llegado su fin.

Al rechazar el llamado de Dios, Jonás rechazó a Dios mismo como su Maestro, el dador de todas las bendiciones en la vida del profeta. A menudo nos engañamos pensando que podemos huir de Dios y hacer nuestra propia voluntad, atender a nuestros propios vicios y pecados. Varias veces, Dios nos permite pasar por una profunda agonía por rechazar las bendiciones de su gracia. Dios no puede bendecir a quien lo rechaza. Dependemos totalmente de Dios, y cada milésima de segundo de nuestra vida es un regalo de su poder y su amor. No sirve de nada abandonar a Dios y pensar que nada va a cambiar. Por eso las dificultades son útiles para hacernos ver quiénes somos y qué estamos haciendo con nuestra vida.

Aunque el relato dice “tres días y tres noches”, es posible que no pasara todo ese tiempo en el vientre del pez. La expresión hebrea no significa necesariamente un período completo de 72 horas. Esto se debe a que, al citar a Jonás en Mateo 12:40, Jesús dijo que “así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches”. Pero Jesús fue enterrado un viernes por la tarde, permaneció muerto el sábado y resucitó en la madrugada del día siguiente.

Jonás pensó que iba a morir sepultado en el vientre de ese pez. Así que oró a Dios, citando salmos como el 18:6; 120:1; 50:5; 107:6 y 31:22, entre otros. La oración de Jonás era una sincera petición de perdón, basada en la fe absoluta de liberación que solo el Señor puede proporcionar (Jonás 2:1-9). Jonás reconoció que, si descendía al abismo más profundo o se paraba en los confines del mar, la poderosa mano de Dios le guiaría y su diestra le sostendría (Salmo 139:8-10). “Entonces el Señor dio orden al pez, y este vomitó a Jonás en tierra firme” (Jonás 2:10, NBLA).

Gracia para Nínive, gracia para Jonás

“Prepárate, ve a la gran ciudad de Nínive y proclama contra ella el mensaje que te digo” (Jonás 3:2). ¿Por qué Dios prácticamente obligó a Jonás a predicar en Nínive? ¿No podría haber elegido Dios a otra persona que tuviera su corazón más abierto a esta misión?

Hay una lección muy importante aquí: la gracia de Dios es la razón por la que no somos destruidos. Es la gracia de Dios la que nos liberta del pecado y nos salva de la muerte. Es el don gratuito de Dios que nos da la vida eterna (Romanos 6:23) y nos renueva para las buenas obras que él mismo ha preparado para nosotros (Filipenses 2:8-10).

Pero si la gracia también nos llama a realizar buenas obras, significa que Dios nos manda ir a lugares que no queremos ir. Nos exhorta a ejercer la misericordia con los que no la merecen, a amar a nuestros enemigos y a orar por los que nos persiguen (Mateo 5,44). Impulsado por la gracia de Dios, Jonás fue a la capital asiria.

Nínive estaba muy lejos de Israel. Un largo viaje para Jonás. Los estudiosos creen que Adad-Nirari III era el rey de Asiria en esa época. Durante tres días Jonás predicó la condena de Nínive, y durante los siguientes treinta y siete días, Jonás vio cómo se producía una reforma en la ciudad, desde los más pobres hasta el rey. Todo el pueblo se arrepintió de su crueldad, idolatría e inmoralidad, y ayunó con ceniza, vistiéndose de cilicio y pensando: “¿Quién sabe si Dios desiste y cambia de parecer, y se aparta del furor de su ira y así no pereceremos?” (Jonás 3:9).

Los registros arqueológicos mencionan que Adad-Nirari III promovió una reforma espiritual monoteísta. Nabu, el dios de Borsipa, parece haber sido proclamado el único dios, o al menos el principal. Algunos ven una posible conexión entre esta revolución monoteísta y la misión de Jonás en Nínive. El hecho es que esta señal era tan importante para Asiria e Israel que el propio Jesús citó a Jonás como señal de que alguien mayor que él estaba predicando el arrepentimiento. Un pueblo cruel se había arrepentido, pero el pueblo de Dios rechazaba la gracia.

Jonás se encuentra en el grupo de los profetas menores. Tenía mensaje era sencillo: “¡Nínive será destruida dentro de 40 días!” (Jonás 3:4, PDT). ¡Eso es todo! El enfoque del libro no es el mensaje del profeta, sino lo que aprendió de esta advertencia, llena de gracia y misericordia.

En el capítulo 4, Jonás espera la destrucción de sus enemigos, pero no ocurre nada. “Pero a Jonás le disgustó eso en extremo, y se enojó… Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida” (Jonás 4:1-3). La ira de Jonás era totalmente ilógica (Jonás 4:4). Por medio de una planta que nació un día y murió al siguiente, Dios quiso hacer comprender a Jonás que la misericordia era necesaria para aquellas personas “que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda” [v. 11].

La misma gracia que Dios ejercía sobre Nínive, se la ofreció a Jonás. No hay ninguna diferencia entre ellos. Todos son pecadores. Todos deben morir por sus pecados, no importa cuántos sean. La raza humana es pecadora y la paga del pecado es la muerte. No hay diferencia entre cristiano o ateo. El pecado es inherente a nuestra naturaleza, y todos deberíamos morir.

Pero Dios es amor. Jesús tomó sobre sí el pecado de todo el mundo (Juan 1:29) y murió por la salvación de toda la raza humana. Pero es necesario creer para heredar la vida eterna. En Nínive, esa generación creyó en la misericordia de Dios. Jonás creyó en la misericordia de Dios. Por lo tanto, la ciudad y el profeta fueron perdonados y salvados.

La misma misericordia se nos ofrece hoy, más de 2700 años después de aquella sorprendente historia. La gracia de Jesucristo que salvó a Jonás y a Nínive está disponible también para ti. A veces nos impulsará a hacer lo que no queremos con tal de salvar a más personas. Habrá momentos en los que nos sentiremos enterrados en el estómago de un pez, o amenazados de destrucción por las dificultades de la vida. Pero la gracia de Cristo estará siempre a nuestro lado, renovándose cada mañana. “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3,16, NVI). Que tú y yo creamos como Jonás y nos acerquemos con fe al trono de la gracia para pedir misericordia en el momento en que más la necesitemos (Hebreos 4:15, 16).

Autor: Denis Versiani es magíster en Teología.

La publicación original de este artículo se encuentra en la página web: https://biblia.com.br/perguntas-biblicas/jonas-o-profeta-engolido-por-um-peixe/

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