Acceder

Registro Recuperar contraseña

La fuerza de la resiliencia

Bienestar

mayo 16, 2025

Es en medio de las dificultades de la vida que tenemos la oportunidad de desarrollar la resiliencia.

Dr. Alberto Nery

Ya sea en libros, cursos, frases motivacionales, redes sociales, reportajes en televisión o internet, o incluso en camisetas, la palabra resiliencia se ha vuelto cada vez más común y conocida por la gente en general. En tiempos de grandes dificultades, como los que estamos viviendo debido a la pandemia mundial que nos asola, el concepto de resiliencia se ha difundido como nunca antes. […] Cuando se utiliza en el campo de las humanidades y las ciencias de la salud, [la palabra] resiliencia viene a entenderse como el proceso por el cual la persona no solo afronta y supera la adversidad, sino que sale fortalecida y transformada.

Esta capacidad humana se considera una “fuerza inexplicable de superación y supervivencia”, como ha destacado Esdras Vasconcellos (“Stress, coping, burnout, resiliencia: troncos de una misma raíz”, en A Psicologia Social e a Questão do Hífen [Blucher, 2017]). Surge cuando la persona se enfrenta a situaciones de estrés extremo y sus condiciones de apoyo interno y externo existentes son suficientes para hacer frente a la situación, exigiendo de la persona una reacción extraordinaria, hasta ahora inesperada. La mayoría de las veces, una persona resiliente no es consciente de su propia resiliencia hasta que la pone a prueba.

El concepto se presenta de forma original como una característica individual. Sin embargo, es importante recordar que no se aplica solo a los individuos. Las familias, las organizaciones, los pueblos y los grupos sociales y religiosos pueden ser resilientes de forma colectiva, como característica del grupo. En un contexto más amplio, en la historia de la humanidad, los grandes resilientes fueron precisamente hombres, mujeres, familias, grupos y pueblos que no solo superaron sus propias dificultades, sino que con esta actitud acabaron contribuyendo a transformar la sociedad en la que vivían y, de esa forma, moldearon el curso de la propia historia.

Contribuciones de la psicología

En psicología, el psiquiatra y neurólogo Viktor Emil Frankl (1905-1997) ofreció una de las mayores contribuciones sobre la capacidad humana de soportar y superar el sufrimiento. Nacido en Viena y de ascendencia judía, Frankl comenzó sus estudios de psicología al entrar en contacto con las ideas de Sigmund Freud y Alfred Adler. Más tarde, siguió su propio camino y creó la logoterapia, también conocida como psicología del sentido de la vida. Según la propuesta de Frankl, el ser humano siempre puede dar sentido a su existencia y, al hacerlo, tiende a llevar una vida más equilibrada y a superar las adversidades.

En 1942, junto con su mujer y sus padres, Frankl fue detenido por los nazis y enviado al campo de Theresienstadt, al norte de Praga. A partir de ese momento, se sintió desafiado a poner en práctica sus ideas sobre la naturaleza humana, ya que inició un viaje que duraría unos tres años, pasando por cuatro campos de concentración, incluido el temido campo de Auschwitz-Birkenau. El relato de esta experiencia se encuentra en el clásico En busca de sentido (Sinodal y Vozes, 2006).

La logoterapia se convierte en una herramienta eficaz para comprender y desarrollar la resiliencia en la medida en que parte de la premisa fundamental de que el sufrimiento forma parte de la vida y es algo inevitable. Para Frankl, se inscribe en lo que llamó la tríada trágica de la existencia humana: dolor, culpa y muerte. “No hay un solo ser humano que pueda decir que nunca ha sufrido, que nunca ha fracasado y que no morirá” (Um Sentido Para a Vida [Ideias & Letras, 2005], p. 94).

Sin embargo, la inevitabilidad del sufrimiento no invalida la posibilidad de un sentido de la vida, sino todo lo contrario: “Es posible extraer un sentido incluso del sufrimiento, aunque sea con esfuerzo; esto significa, por tanto, que el sentido potencial de la vida es incondicional” (A Presença Ignorada de Deus, 3ª ed. [Voces, 1993]). La capacidad humana de encontrar un sentido a pesar del sufrimiento es el factor determinante para superar las adversidades que nos presenta la vida. Incluso antes de la creación del concepto de resiliencia, desde la perspectiva de la logoterapia, el hombre está dotado de lo que Frankl llamará el “poder de oposición del espíritu humano” (Logoterapia e Análise Existencial [Forense Universitária, 2012], p. 60).

El individuo que sufre y supera el sufrimiento se llama Homo patiens. Es “el hombre en el sufrimiento que, en virtud de su humanidad, se muestra capaz de elevarse por encima de su dolor y adoptar una actitud significativa hacia él”, escribió Viktor Frankl (A Vontade de Sentido [Paulus, 2011], p. 96). Gracias al “poder de oposición del espíritu humano”, el Homo patiens es capaz de saber sufrir y transformar su sufrimiento en un logro.

La gran clave del cambio de perspectiva, que permite al individuo esta transformación, es el descubrimiento de un sentido para la vida, incluso en medio de las dificultades. “El sufrimiento, en cierto sentido, deja de ser sufrimiento en el momento en que encuentra un sentido, como el sentido de un sacrificio” (Em Busca de Sentido, p. 137). La incapacidad de encontrar un sentido lleva a la persona al vacío existencial y, en consecuencia, a la condición de desesperación, que sería precisamente la experiencia del sufrimiento sin sentido.

Conviene recordar que esta posibilidad humana no significa que debamos buscar el sufrimiento, o que una vida con sentido sea posible solo en medio del sufrimiento: “El sentido es posible, a pesar del sufrimiento, siempre que sea inevitable pasar por él, e imposible eliminar su causa”, ya que buscar “un sufrimiento innecesario sería masoquismo y no heroísmo” (A Presença Ignorada de Deus, p. 104).

Personajes bíblicos resilientes

El ejemplo de Jesús en Getsemaní ilustra bien este punto. Aunque convertirse en hombre y salvar a la humanidad fue una elección, no había placer en el sufrimiento. “¡Padre mío! Si es posible, que pase de mí esta copa”, fue el grito de Cristo (Mateo 26:39, NTV). Sin embargo, el significado de ese acto y el sentido de esa entrega lo fortalecieron para soportar ese momento con dignidad: “Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía” (v. 39, NTV).

En la Biblia encontramos varios relatos de cómo sus personajes fueron resilientes en diferentes situaciones que implicaban sufrimiento y la necesidad de lidiar con la adversidad. Desde Moisés guiando un pueblo en el desierto durante 40 años hasta los apóstoles en medio de las persecuciones y las dificultades que les presentaba la labor misionera, podemos encontrar una galería de ejemplos de esta capacidad humana.

Sin embargo, ninguno de ellos se compara con Job, quien lo perdió todo, desde su integridad física hasta sus seres queridos y posesiones materiales. Probó el amargo sabor del sufrimiento hasta el punto de sentirse desamparado incluso por el propio Dios, pero se mantuvo firme. Fue probado y sacudido por las pruebas, pero las superó.

El diálogo final entre Dios y Job (Job 38 a 42) es emblemático en lo que respecta a cómo el ser humano puede afrontar los sufrimientos de la vida. Mientras Job clamaba por una respuesta, por una explicación, recibía de Dios otras preguntas relacionadas con el orden y las leyes naturales del universo, que Job mismo no podía responder. La respuesta de Dios a través de otras preguntas es clara: no eres capaz de entender ni siquiera las obras de mi creación, ¿cómo vas a querer entender mis designios? La fe en la soberanía divina y el esfuerzo por ver la situación que atravesaba en un contexto más amplio desde el punto de vista del Todopoderoso es lo que le permitió a Job encontrar un sentido en medio de su sufrimiento, aunque no recibiera respuestas o explicaciones objetivas a sus preguntas.

Factores de fortalecimiento

Los factores que se presentan a continuación, basados en el relato de Frankl en el libro Em Busca de Sentido sobre su experiencia en los campos de concentración, constituyen actitudes útiles que pueden ayudar a quienes desean desarrollar más resiliencia:

1) Humildad. Cuando nos colocamos en una posición de superioridad con respecto a los demás, la superación de la adversidad acaba siendo más difícil, porque empezamos a pensar que “no merecemos” estar en esa condición de sufrimiento, y esto hace que la carga sea aún mayor. Frankl parte del principio de que el sufrimiento forma parte de la vida y nadie escapa de él. Desde esta lógica, la pregunta “¿por qué yo?” pierde su sentido y es sustituida por otra pregunta: “¿Por qué no yo?”. Esta simple inversión de la forma de ver es capaz de fortalecer a la persona para afrontar los momentos difíciles de la vida. En ningún momento su historia de supervivencia es la de un héroe fuerte y valiente que superó airosamente todas las dificultades; por el contrario, reconoce su debilidad incluso para ayudar a sus compañeros. Según Frankl, “los mejores no volvieron” (p. 18) de los campos de concentración.

2) Aceptación. Frankl eligió la postura de no quejarse del destino que se le imponía, sino tratar de actuar según las posibilidades que le presentaba cada situación. Dejó Viena siendo un joven y prometedor médico y se convirtió en un esclavo que trabajaba la mayor parte del tiempo en condiciones infrahumanas. Sin embargo, en la medida en que sus fuerzas se lo permitían, intentaba dar lo mejor de sí mismo incluso en las actividades más extenuantes. En general, la actitud de queja tiende a intensificar nuestras dificultades. Frankl buscaba la empatía y la compasión al no juzgar las actitudes extremas de los demás. Describiendo las actitudes de la gente en los campos de concentración, un verdadero laboratorio que celebra la locura humana, Frankl concluye: “En una situación anormal, una reacción anormal es simplemente una conducta normal” (p. 34). En otras palabras, cuando no somos capaces de comprender que, en medio de las pruebas, no siempre actuamos como quisiéramos o deberíamos, acabamos acarreando un sufrimiento adicional: la culpa por el sufrimiento, lo que dificulta aún más su superación.

3) Gratitud. El ejercicio de la gratitud en los pequeños logros era uno de los preciosos combustibles en el proceso de superación. Viviendo en una condición de miseria total, Frankl describió cómo se alegraba, por ejemplo, cuando recibía una ración de sopa un poco más sana (p. 66), o incluso cuando caía enfermo y así podía pasar todo el día en los cobertizos, “soñando despierto”, esperando la ración reducida de pan, feliz a pesar de todo (p. 67). Las pequeñas alegrías desempeñan un papel importante en la superación del sufrimiento, en la medida en que nos ayudan a prever las cosas buenas que nos esperan si superamos el calvario en el que estamos inmersos. Como un pequeño rayo de sol que aparece tras las nubes en medio de la tormenta, las pequeñas alegrías son un anticipo de que la tormenta pasará algún día.

4) Cultivar la libertad interior. Siempre que era posible, Frankl intentaba alejarse de la masa y estar a solas con sus pensamientos. Se refugiaba en los buenos recuerdos del pasado y trataba de contemplar la naturaleza siempre que podía. En estas ocasiones concluyó que “inherente al sufrimiento hay una conquista, que es una conquista interior. La libertad espiritual del ser humano, que no puede ser arrebatada, le permite hasta su último aliento configurar su vida de manera que tenga sentido” (p. 99). El concepto de libertad interior tiene que ver con la posibilidad que tiene cada persona de decidir cómo reaccionar. Ningún ser humano está libre de las circunstancias, ya sean históricas, genéticas o sociales, pero todo ser es libre de elegir cómo reaccionar y posicionarse ante las circunstancias.

5) Sentido del humor. No fueron pocas las situaciones en las que el buen humor ayudó a hacer la vida más llevadera. Los enormes contrastes presentes en la vida de un preso ayudaron a despertar lo que Frankl llama “la voluntad de humor”, “un intento de ver el mundo desde una perspectiva divertida”, que constituye un “truco útil para el arte de vivir” (p. 62). El humor aparecía en situaciones potencialmente trágicas. Frankl recuerda cómo se rieron en una ocasión cuando los llevaron al baño, abrieron las duchas y se dieron cuenta de que salía agua en lugar de gas, o en otra ocasión cuando se alegraron porque un bombardeo aliado les impidió seguir trabajando. Tratar de ver las cosas desde una perspectiva cómica es uno de los esfuerzos más eficaces para superar las adversidades. Suelo decir a mis pacientes que muchas de las situaciones que nos hacen llorar hoy serán un motivo de risa en el futuro. El sentido del humor es una estrategia eficaz de los resistentes.

6) La fuerza del amor. Uno de los motivos suficientemente fuertes para llevar a alguien al proceso de superación es el amor por otro ser. Amar, estar presente o ser capaz de hacer algo por alguien que amamos nos reviste de una disposición inusual y promueve el fortalecimiento emocional necesario para seguir adelante incluso en medio de las mayores dificultades. Frankl relata cómo el amor por su esposa (que murió en el campo de Bergen-Belsen), asociado al deseo de reencontrarse con ella, fue una de sus mayores fuentes de motivación para soportar las pruebas más duras y luchar por sobrevivir por encima de todo.

7) La fe. El interés religioso era algo común entre los presos. En varias ocasiones improvisaban servicios en el rincón de un cobertizo o incluso en los oscuros vagones de ganado en los que eran llevados a trabajar (p. 51). Las oraciones eran constantes, y el propio Frankl cuenta que, siempre que podía, leía los salmos y oraba. La experiencia religiosa puede ser uno de los grandes factores de protección, en la medida en que es una fuente de esperanza y apoyo en medio de las dificultades.

Conclusión

Estos factores de superación y resiliencia en una situación tan extrema sirven de guía y ejemplo de actitudes útiles en el desarrollo personal de la resiliencia. Nacemos con el potencial de ser resistentes, pero eso no significa que vayamos a serlo. Es en medio de las dificultades de la vida donde tenemos la oportunidad de desarrollar esta capacidad tan necesaria para nuestra supervivencia, equilibrio y bienestar físico, mental y espiritual, especialmente en días difíciles como los que estamos viviendo.

En su carta a los romanos, el apóstol Pablo describió un proceso por el que las tribulaciones humanas se convierten en fuentes de esperanza. Él mismo lo experimentó en su vida: “También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación. Y esa esperanza no acabará en desilusión. Pues sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor” (Romanos 5:3-5, NTV).

Comentando este texto en Carta aos Romanos [Carta a los romanos] (Fuente Editorial, 2009, p. 245), el teólogo suizo Karl Barth afirmó que “la perspectiva espiritual cambia el signo matemático inscrito delante de nuestra tribulación. Lo que parece ser un mero sufrimiento humano se convierte en la obra de Dios. Los obstáculos de la vida se transforman en pasos hacia la victoria; el derrumbamiento da paso a una nueva construcción; la desilusión y los contratiempos agudizan la esperanza y el anhelo del regreso del Señor”.

Como demuestran los ejemplos de Pablo, Job y muchos otros personajes de las Escrituras, la fe puede ser uno de los factores protectores importantes en el proceso de superación y expresión de la resiliencia humana. En su libro Em Busca de Sentido, Frankl menciona la fe, junto a otras actitudes, como uno de los elementos que le ayudaron (a él y también a otros compañeros de tribulaciones) a superar la adversidad en medio de su vía crucis. De alguna manera podemos desarrollar la resiliencia.

Autor: Alberto Nery es bachiller en Teología, doctor en Psicología y creador del Instituto de Psicología y Logoterapia en São Paulo. Este artículo se publicó en la Revista Adventista [en portugués], abril de 2021.