La muerte no es el fin
Muerte
noviembre 5, 2020
Ocho verdades bíblicas sobre la muerte
Nosotros nos retraemos cuando un niño nos pregunta por primera vez: “¿Qué significa morir?” Tenemos dificultad para hablar, o hasta de pensar en la muerte de alguien a quien amamos. La muerte es el enemigo en común de todas las personas en todos los lugares. ¿Cuáles son las respuestas para las preguntas difíciles sobre la muerte? ¿Hay vida después de la muerte? ¿Será que volveremos a ver a nuestros seres amados que murieron?
Enfrentando la muerte con valentía
Todos nosotros, en determinados momentos, tal vez poco después del fallecimiento de un amigo o persona querida, tenemos la sensación de un vacío en el corazón, un sentimiento de soledad que nos envuelve y que nos concientiza sobre la finitud de la vida.
Con respecto a un asunto tan importante, tan lleno de emociones, ¿dónde podemos aprender la verdad sobre lo que sucede cuando morimos? Felizmente, parte de la misión de Cristo aquí en la tierra fue liberar “a aquellos que durante toda la vida estuvieron esclavizados por el miedo a la muerte” (Hebreos 2:15). En la Biblia, Jesús presenta mensajes reconfortantes, y responde claramente a todas nuestras preguntas sobre la muerte y la vida futura.
La forma en la que fuimos hechos por Dios
Para entender la verdad sobre la muerte en la Biblia, necesitamos comenzar desde el principio y ver de qué manera fuimos hechos por Dios. “Entonces Jehová Dios formó al hombre [‘adam’, hebreo] del POLVO DE LA TIERRA [‘adamah’, hebreo] y sopló en su nariz ALIENTO DE VIDA, y fue el hombre UN SER VIVIENTE [‘ALMA’, hebreo]” (Génesis 2:7).
En la creación, Dios formó a Adán del “polvo de la tierra”. Él tenía un cerebro en su cabeza listo para pensar, sangre en sus venas lista para fluir. Entonces, Dios sopló en su nariz el “aliento de vida”, y Adán se convirtió en un “ser viviente” [en hebreo, ‘alma viviente’]. Note cuidadosamente que la Biblia no dice que Adán recibió un alma, sino, dice que “el hombre se convirtió en un alma viviente”. Cuando Dios le dio a Adán el aliento de vida, la vida comenzó a fluir de Dios. La unión del cuerpo con el “aliento de vida” hizo de Adán “un ser viviente”. Por esta razón, podríamos escribir la ecuación fundamental del ser humano de la siguiente forma:
- “Polvo de la Tierra” + “Aliento de Vida” = “Alma Viviente”
- Cuerpo sin vida + Aliento de Dios = Ser viviente
Cada uno de nosotros tiene un cuerpo y una mente racional. Mientras continuemos respirando, seremos seres vivos, almas vivientes.
¿Qué sucede cuando una persona muere?
En la muerte se revierte el proceso de la creación descrito en Génesis 2:7: “El polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu [aliento de vida”] vuelva a Dios, que lo dio” (Eclesiastés 12:7).
La Biblia usa frecuentemente las palabras hebreas para “aliento” y “espíritu” de forma similar. Cuando las personas mueren, el cuerpo se convierte en “polvo”, y el “espíritu” (el “aliento de vida”) vuelve a Dios, que es la fuente. ¿Pero qué sucede con el alma? “Tan cierto como yo vivo, dice el Señor, … todas las almas son mías;… el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4).
¡El alma muere! No es inmortal. La ecuación derivada de Génesis 2:7, al ser hechos por Dios, hace el camino inverso en la muerte:
- “Polvo de la Tierra” – “Aliento de Vida! = “Alma muerta”
- Cuerpo sin vida – Aliento de Dios = Ser muerto
La muerte es el cese de la vida. El cuerpo se desintegra y se convierte en polvo, y el aliento, o el espíritu, vuelve a Dios. Somos un alma con vida, pero en la muerte, nos convertimos solo en un cadáver, un alma muerta, un ser muerto. Por lo tanto, los muertos no son conscientes. Cuando Dios toma para sí el aliento de vida que Él nos dio, nuestra alma muere. Pero, como veremos más abajo, tenemos esperanza con Cristo.
¿Los muertos saben alguna cosa?
Después de la muerte, el cerebro se desintegra; no tiene capacidad de saber o recordar alguna cosa. Todas las emociones humanas cesan. “Para ellos, el amor, el odio y la envidia fenecieron ya…” (Eclesiastés 9:6). Una persona muerta no está consciente, por eso no percibe nada de lo que está sucediendo. Ellos simplemente no tienen contacto alguno con los vivos: “Porque los vivos saben que han de morir; pero los muertos nada saben” (Eclesiastés 9:5).
La muerte es como estar dormido; en realidad, la Biblia llama a la muerte de “sueño” en 54 ocasiones. Jesús enseñó que la muerte es como un sueño. Él le dijo a sus discípulos: “‘Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo’. Los discípulos respondieron: ‘Señor, si duerme, sanará’. Jesús había hablado de la muerte, pero los discípulos pensaron que estaba hablando simplemente del sueño. Entonces les dijo claramente: ‘Lázaro ha muerto’” (Juan 11:11-14).
Lázaro ya estaba muerto desde hace cuatro días cuando Jesús llegó. Pero cuando se dirigían a la tumba, Jesús probó que es tan fácil para Dios resucitar a alguien muerto así como para nosotros es fácil despertar a alguien dormido. Es muy reconfortante saber que nuestros seres amados que ya fallecieron están “durmiendo”, descansando en paz en la confianza en Jesús. El túnel de la muerte, que nosotros mismos podríamos atravesar algún día, es un sueño tranquilo y de paz absoluta.
¿Dios se olvida de los que están durmiendo el sueño de la muerte?
El sueño de la muerte no es el final de la historia. En la tumba, Jesús le dijo a Marta, hermana de Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). Aquellos que mueren “en Cristo” duermen en la sepultura, pero todavía tienen un futuro brillante. Aquel que cuenta hasta los cabellos de nuestra cabeza y que nos guarda en la palma de su mano, no se olvidará de nosotros. Podremos morir y volver al polvo, pero el registro de nuestra individualidad permanece claro en la mente de Dios. Y cuando Jesús venga, Él despertará a los justos muertos del sueño de la muerte, de la misma forma que hizo con Lázaro.
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza… Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:13, 16-18).
En el día de la resurrección, el túnel de la muerte se parecerá más a un breve descanso. Los muertos no tienen consciencia de lo que está sucediendo. Aquellos que aceptaron a Cristo como su Salvador, serán despertados del sueño con su maravillosa voz que vendrá del cielo. Y la esperanza de la resurrección no es la única: también tenemos la esperanza de un hogar celestial en el cual Dios “enjugará toda lágrima de los ojos. No habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor” (Apocalipsis 21:4). Aquellos que aman a Dios no necesitan tener miedo a la muerte. Más allá de la muerte hay una eternidad de vida plena con Dios. Jesús tiene “las llaves de la muerte” (Apocalipsis 1:18). Sin Cristo, la muerte sería como una carretera de sentido único que terminaría en un estado total de olvido. Pero en Cristo hay una esperanza gloriosa y radiante.
¿Somos seres inmortales?
Cuando Dios creó a Adán y Eva, fueron creados seres mortales, es decir, sujetos a la muerte. Si hubieran permanecido obedientes a la voluntad de Dios, nunca habrían muerto. Por la desobediencia, ellos quedaron sujetos a la muerte. El pecado de ellos infectó a la raza humana entera, y ya que todos pecaron, todos somos mortales, sujetos a la muerte (Romanos 5:12). Y no hay ninguna pista en la Biblia de que el alma humana pueda existir como una entidad consciente después de la muerte.
La Biblia no describe el alma como inmortal, es decir, no sujeta a la muerte. Las palabras griegas y hebreas para “alma”, “espíritu” y “aliento” aparecen 1.700 veces en la Biblia. Pero ni siquiera una vez el alma, el espíritu o el aliento humano es llamado de inmortal. Actualmente, sólo Dios posee la inmortalidad.
“Dios … es … EL ÚNICO QUE ES INMORTAL” (1 Timoteo 6:15, 16).
Las escrituras dejan claro que las personas en esta vida son mortales: sujetos a la muerte. Pero cuando Jesús regrese, nuestra naturaleza pasará por un cambio radical. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. (1 Corintios 15:51-53).
Como seres humanos, no somos inmortales. Pero la seguridad del cristiano es que nos volveremos inmortales cuando Jesús venga por segunda vez a esta tierra. La certeza de la promesa de la inmortalidad fue demostrada cuando Jesús irrumpió fuera de su tumba y: “quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Timoteo 1:10).
La perspectiva de Dios sobre el destino humano es clara: muerte eterna para aquellos que rechazaron a Cristo y se apegaron a sus pecados, o el don de la inmortalidad cuando Jesús venga a buscar a aquellos que lo aceptaron como Señor y Salvador.
Enfrentando la muerte de una persona querida
Los miedos con los que naturalmente luchamos cuando nos vemos frente a la muerte se vuelven especialmente dolorosos cuando un ser querido muere. La soledad y el sentimiento de pérdida pueden ser dominantes. La única solución para la angustia causada por la separación de una persona amada es el consuelo que sólo Cristo puede dar. Recuerda que nuestros seres queridos están durmiendo, y que nuestros amados que descansan serán resucitados por Jesús en la “resurrección para la vida” cuando Él venga.
Dios está planeando algunas reuniones maravillosas. Los hijos serán devueltos a sus padres, maridos y mujeres se entregarán a un tierno y cálido abrazo. Las separaciones crueles de la vida terminarán. “La muerte fue destruida por la victoria” (1 Corintios 15:54). Algunos encuentran tan dolorosa la separación de sus amados que murieron que intentan hacer contacto con ellos a través de medios espiritualistas o personas de la Nueva Era que se denominan canales de comunicación con los espíritus. La Biblia nos da un aviso muy especial sobre los intentos de aliviar el dolor de la muerte de esta manera:
“Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? (Isaías 8:19)”
La Biblia revela claramente que los muertos no tienen consciencia de nada. La verdadera solución a la angustia causada por la separación de las personas amadas es el consuelo que sólo Cristo da. Pasar tiempo comunicándonos con Cristo es la manera más sana para crecer durante los momentos de aflicción. ¡Recuerde siempre que la próxima impresión consciente para los que mueren en Cristo será al sonido de la trompeta, en la Segunda Venida de Cristo, cuando los muertos resuciten!
Enfrentando sin miedo la muerte
La muerte nos roba prácticamente todo. Pero una cosa que ella no nos puede quitar es la confianza en Cristo, y Cristo puede poner todo de nuevo a su lugar. La muerte no reinará en este mundo para siempre. El diablo, los impíos, la muerte, y la tumba perecerán en el “lago de fuego” que es “la segunda muerte” (Apocalipsis 20:14).
A continuación presentamos cuatro sugerencias sencillas para afrontar la muerte:
- Vive una vida confiando plenamente en la esperanza que Cristo da, así estarás listo para morir en cualquier momento.
- A través del poder del Espíritu Santo, sé obediente a los mandamientos de Dios, así estarás preparado para la segunda venida, a partir de ese gran día la muerte ya no existirá.
- Piensa en la muerte como un corto tiempo de sueño del cual serás despertado por la voz de Jesús cuando Él venga por segunda vez.
- Aprecia la certeza que Jesús nos dá de que tendremos un hogar celestial con Él por toda la eternidad.
La verdad bíblica libera a personas que tienen miedo a la muerte porque revela a Jesús, el único que ni siquiera la muerte ha logrado vencer. Cuando Jesús entra en nuestra vida, Él hace que en nuestro corazón inunde paz:
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27)
Jesús también nos ayuda a lidiar con la tragedia de perder a alguien muy querido. Jesús caminó por el “valle de la sombra de la muerte”; Él conoce las densas tinieblas que tenemos que atravesar. “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14, 15).
El Dr. James Simpson, el gran médico que desarrolló la anestesia, experimentó una terrible pérdida cuando su hijo mayor murió. Sufrió profundamente, como cualquier padre sufriría. Entonces descubrió un camino de esperanza. En la tumba de su amado hijo, él hizo una lápida y en ella escribió unas palabras que demostraban su esperanza y fe en las promesas de Jesús: “A pesar de todo, Él vive”. Eso lo dice todo. Algunas veces, una tragedia personal puede aparecer repentinamente; a pesar de eso, ¡Jesús vive! Nuestros corazones pueden estar heridos; a pesar de todo, ¡Jesús vive!
En Cristo, tenemos esperanza de vida después de la muerte. Él es “la resurrección y la vida” (Juan 11:25), y Él promete: “porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19). Cristo es nuestra única esperanza para la vida después de la muerte. Y cuando Cristo regrese, Él nos dará la inmortalidad. Nunca más viviremos bajo la sombra de la muerte, porque tendremos vida eterna. ¿Has descubierto en tu vida la realidad de esa gran esperanza que nos ayuda a enfrentar los momentos más difíciles? Si aún no aceptaste a Jesús como tu Señor y Salvador, ¿por qué no decides ahora mismo?
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