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La obediencia a la ley de Dios no es contraria a la salvación gratuita

Salvación

febrero 20, 2023

La salvación se manifiesta en el creyente mediante obras que armonizan con la santa voluntad de Dios. Estas obras lo separan del mundo, pero nunca son medios o méritos para su salvación personal.

Algunas verdades básicas deben establecerse aquí para nuestro estudio del tema: (1) la obediencia nunca es el medio de salvación, (2) no hay en la obediencia ningún mérito que contribuya a la salvación del hombre, (3) la obediencia es el resultado y la demostración de la verdadera salvación en Cristo, recibida solo por gracia mediante la fe (léase Romanos 3:21-28; Gálatas 2:16, Santiago 2:26).

La vida de fe de los que creen en Cristo produce el fruto de la fe mediante las obras que resultan de la fe y el esfuerzo que proviene del amor.  “La obra de la fe del creyente justificado es el fruto de la justificación y la expresión de una vida dirigida por el Espíritu Santo en la santificación” (Gerard Hasel, Divine Judgement, p. 828).  Los mandamientos de Dios deben ser guardados por cada creyente que ha sido salvado con el nuevo objetivo de su vida: ser santo.  Pablo nos enseña que recibimos “la gracia y el apostolado para la obediencia de la fe” (Romanos 1:5).

La salvación se manifiesta en el creyente mediante obras que armonizan con la santa voluntad de Dios. Estas obras lo separan del mundo, pero nunca son medios o méritos para su salvación personal.

No debemos olvidar que “el perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón” (Elena G. White, Discurso Maestro de Jesucristo, p. 97).  Así, la justificación, que es sinónimo de perdón, no es solo un acto de Dios en Cristo que libera al transgresor de la condena del pecado, sino que es una liberación del pecado y es el poder que transforma el corazón del pecador para que luego viva en santidad. En la justificación, el pecador perdonado recibe, en el mismo momento en que cree, el poder del Espíritu para vivir en santidad (léase Romanos 8:1-17; Efesios 1:13,14; Hechos 11:14-18).  Sobre la base de estos textos se puede afirmar que cuando el pecador acepta a Cristo como su salvador es sellado por el Espíritu, tiene la garantía del Espíritu y es bautizado por el Espíritu.

Además, Pablo explica en su carta a Tito, (léase Tito 3:3-7) que cuando los hombres “insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles”(v. 3) reciben la salvación, la reciben “por medio del lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo”(v. 5).  Más adelante, llama a esto “justificados por su gracia” (v.7). Entendida de esta manera, la justificación no es solo forense o legal: solo un acto de Dios en Cristo, sin que nada nos suceda.  No, la justificación no solo se hace por nosotros, sino también en nosotros. Porque, cuando una persona cree en Cristo, al creer, es sellada, bautizada y lavada por el Espíritu renovador y regenerador, e incluso recibe el Espíritu como prenda (garantía o seguridad) de su salvación. De esta manera, las obras nacen desde el momento en que somos justificados, porque en ella —en la justificación— la persona es fortalecida interiormente para obedecer.  Por eso, el perdón no es solo la eliminación de la culpa, sino también la liberación del pecado y la transformación del corazón del pecador gracias al derramamiento del amor de Dios, demostrado en el perdón y en la vida de obediencia.

La santidad tiene como razón de ser lo que Dios dijo a Israel: “Sean santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo” (Levítico 19:2). La santidad en su aspecto relacional es un acto de Dios en la vida de las personas, como se afirma en Hebreos 10:10: “Somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre” (NVI). La santidad en este caso ocurre en un momento de la vida cuando al pecador se le adjudica la santidad de Dios. Por otra parte, la santidad puede entenderse como un proceso de crecimiento moral (léase 1 Pedro 2:2; Colosenses 1:10; 2:7; Romanos 6:2-14).  Por el poder del Espíritu, el ser humano hace morir las obras de la carne y vivifica su naturaleza espiritual (léase Romanos 8:11, 13), cuyo fin último es imitar al modelo perfecto: Jesucristo.

Esta santidad influirá en todos los aspectos de la vida del cristiano, llevándolo siempre a un nivel moral más elevado. La integridad, la honestidad, la bondad, la pureza moral, la obediencia en todas las cosas marcarán la vida de la persona que ha aceptado a Jesucristo como su salvador personal (léase 1 Juan 5:1-3). Por lo tanto, la salvación solo por gracia mediante la fe solamente en Cristo se manifestará en una vida de fidelidad y obediencia.

Autor: Escuela Bíblica

La publicación original de este artículo se encuentra en la página web:  https://biblia.com.br/perguntas-biblicas/a-obediencia-a-lei-de-deus-nao-e-contraria-a-salvacao-gratuita/

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