Pecado es más que una acción
Pecado
septiembre 22, 2025

En mi iglesia se ha producido un debate sobre la naturaleza del pecado. ¿Podría brindarnos una perspectiva bíblica sobre el tema?
Ángel M. Rodríguez
Para lo que nos concierne, pecado es la descomposición ética, moral, mental y espiritual del ser humano, que fue creado originalmente a imagen de Dios (Gén. 1:26). La descomposición implica participar de un proceso de putrefacción espiritual que, al avanzar, resulta en la desintegración de la buena creación de Dios. El proceso deja tras sí una fetidez espiritual y moral, que es repulsiva para el Señor. Este concepto de pecado, comprendido como la disolución de nuestro ser interior y nuestra plenitud, nos ayuda a darnos cuenta de que ya se encuentra activo dentro de nosotros y que es mucho más que un pensamiento o acción.
1. El pecado como rebelión, esclavitud y alienación
El pecado es en efecto un poder esclavizante (Rom. 6:17), algo que hemos abrazado voluntariamente en un acto de rebelión contra Dios (Gén. 3:1-7). En su manifestación original, el pecado fue un acto incomprensible de rebelión contra el buen Creador, pero se convirtió inmediatamente en una actitud interna permanente, perturbadora y destructiva que se expresa en todo tipo de malos pensamientos, palabras y acciones. Ser pecador es estar caracterizado, ser definido, por un estado de conflicto interno contra Dios, otras personas y uno mismo (Rom. 8:7; 7:23; Sant. 4:4). Si el pecado es un estado de rebelión contra Dios, entonces también es un estado de alienación de él (Gén. 3:8), la fuente misma de la vida, y los pecadores se dirigen, en efecto, inexorablemente a la extinción. La rebelión crea distancia, separación e implica independencia (Efe. 2:12). La muerte, la descomposición que mencionamos más arriba, es por definición separación en una condición de animosidad contra Dios. Esa alienación se revela en una conducta pecaminosa.
2. El pecado como conducta
La mayor parte del tiempo concebimos el pecado como un problema conductual serio, y es correcto que así sea. En efecto, la Biblia expresa que el pecado es violación de la ley (1 Juan 3:4). La Biblia enfatiza la conducta malvada en su descripción del pecado porque las acciones revelan la condición interna del ser humano. Son una evidencia objetiva del estado del corazón humano como centro corrompido de la existencia. Jesús lo expresó de manera inequívoca: «Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad» (Mar. 7:21, 22, NVI). Hay algo profundamente malo en los humanos; hay una putrefacción en el centro mismo de nuestra existencia. Una comprensión del pecado como problema conductual es difícilmente adecuada para revelar la profunda oscuridad del dilema humano. Una comprensión limitada de la condición humana lleva a una comprensión limitada de cuán costosa fue la muerte expiatoria del Hijo de Dios.
3. Resolución del problema del pecado
La solución final al problema del pecado no es una modificación conductual, aun si se produce mediante el poder del Espíritu, sino la muerte. Cristo sufrió la muerte más terrible, separado del Padre (Mat. 27:46). La naturaleza humana corrompida no tiene que ser remendada sino destruida. ¡Fue ejecutada en la cruz de Cristo! Lo que él requirió no fue nada menos que un nuevo nacimiento (Juan 3:5), una nueva creación (2 Cor. 5:17), traída a la existencia mediante el poder de su resurrección (1 Cor. 15:44, 45). Por ahora, luchamos en un mundo de pecado, pero cuando Cristo venga, nuestra naturaleza humana pecaminosa será removida, y quedaremos vestidos de incorruptibilidad (1 Cor. 15:52, 53).
Autor: Ángel Manuel Rodríguez es pastor, profesor y teólogo jubilado.
Fuente:
Adventist World, octubre de 2021, p. 27. https://www.adventistworld.org/octubre-2021/
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