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¿Por qué hay tantas religiones?

Cristianismo

agosto 18, 2025

Esta es una cuestión vital para definir la identidad humana. Este artículo no es un estudio antropológico o filosófico de la religiosidad humana, sino una reflexión basada en la Biblia.

Denis Versiani

Es prácticamente imposible medir el número de religiones que existen en el mundo. Pero actualmente las religiones con más adeptos en la población mundial son el cristianismo (28 %), el islamismo (22 %), el hinduismo (15 %) y el budismo (8,5 %). El judaísmo llega a unos 16 millones de personas. El espiritismo, aunque no se considera una religión, cuenta con unos 18 millones de adeptos. Al igual que estos movimientos religiosos, la mayoría de las religiones del mundo se subdividen en diversos grupos, partidos y denominaciones con diferencias doctrinales y prácticas. Además, hay religiones y sectas más pequeñas practicadas por grupos étnicos específicos, como los grupos indígenas, los aborígenes y las tribus del interior de África, que tienen su propio sistema de creencias.

Muchos de estos movimientos religiosos son monoteístas, como el cristianismo, el islam y el judaísmo, que comparten el culto a un mismo Dios, el Dios de Abraham, pero con marcadas diferencias doctrinales entre ellos. Otros grupos monoteístas, como el sijismo, creen que la verdad no se limita a una sola creencia.

Por otro lado, hay religiones politeístas que adoptan un conjunto de deidades en las que cada una es patrona de una o varias fuerzas de la naturaleza. Muchas de estas religiones politeístas recurren al ocultismo, al animismo y al culto a los antepasados, entre otras creencias espiritualistas atribuidas a sus dioses. Otras religiones, como el hinduismo, creen que existe una fuerza vital divina que impregna todos los elementos de la naturaleza y que tiene el poder de transformar todo lo que existe en un dios potencial. Otras creencias afirman que los seres vivos, especialmente los humanos, están atados al mundo físico y realizan un peregrinaje espiritual en busca de una esfera superior de existencia, como la iluminación, la eternidad o el bien supremo. Este peregrinaje depende de la fuerza espiritual intrínseca al ser humano, que puede durar eones de reencarnación.

Muchas de estas religiones ejercen gran influencia en la sociedad, la política y el gobierno. Estas influencias se expresan en la división de castas, como en la India, o en las esferas civil, social y política, como en Italia, el Vaticano y Turquía. Otras naciones adoptan una religión nacional oficial que su legislatura dicta, como los Emiratos Árabes Unidos. En muchos países donde la religión es oficial o ejerce influencia social y política hay persecuciones y conflictos feroces con otros grupos religiosos.

También hay un gran número de personas que no profesan ninguna religión (14,3 % de la población mundial). Este grupo puede segmentarse en personas que respetan la religiosidad pero no se posicionan en ninguna creencia; personas antirreligiosas y grupos hostiles a cualquier religión. El ateísmo corresponde a casi el 4 % de la población, y confiesa que no existe ningún tipo de divinidad.

¿Por qué hay tantas religiones? Esta es una pregunta vital para definir la identidad humana. Este artículo no es un estudio antropológico o filosófico sobre la religiosidad humana, sino una reflexión basada en la Biblia y que adopta las siguientes premisas: (1) el Dios de la Biblia es el único y verdadero Dios; (2) la Biblia, en su totalidad, es la revelación de Dios a la humanidad; (3) Dios es el Creador del universo, e hizo los cielos y la tierra en seis días literales; (4) el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios, pero (5) actualmente vive fuera de las normas divinas de la creación, debido al pecado.

La antropología descriptiva asume que todo tipo de religión ha sido creada por la comunidad humana, que se postra ante ella en actitud de proyección. La “proyección” es un mecanismo de defensa en el que los atributos personales, los pensamientos no deseados, los traumas psicológicos, las expectativas del futuro y las emociones se atribuyen a otro individuo, grupo o realidad (como un trauma del pasado). En el caso de la religión, el ser humano proyecta todo esto en una o varias deidades, fuerza sobrenatural, entidad espiritual, culto o un ritual a fin de explicar su existencia, sus complejos y sus perspectivas. En otras palabras, los seres humanos crean sus propios dioses, cultos y rituales para justificar su forma de vida. Aunque esta descripción es plausible, no es absolutamente cierta ni es aplicable a todos los movimientos religiosos.

Pero hay un factor a tener en cuenta. Esta afirmación demuestra que la mayoría de los seres humanos posee una tendencia inherente a la religiosidad. Todo ser humano necesita creer, adorar y servir a alguien más grande que él. Incluso los ateos adoran la razón y el conocimiento del universo como algo superior a ellos mismos. Ahora bien, si el universo fuera el resultado de un proceso meramente evolutivo ausente de cualquier poder sobrenatural o divino que lo guíe, esta tendencia natural que configura las culturas no formaría parte del ser humano.

Por lo tanto, si tendemos a adorar, es lógico entender que de alguna manera fuimos diseñados por un ser superior. La religión bíblica (y no estamos hablando de un grupo o denominación cristiana específica, sino de aquellos que creen en la Biblia como revelación de Dios) cree que el ser humano fue creado por Dios en el sexto día de la creación. “Y creó Dios al hombre a su imagen y semejanza, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27). Esto explica la religiosidad humana. El ser humano creado por Dios se dirige a Aquel que es el patrón de su imagen.

“Todo lo hizo hermoso en su tiempo; también ha puesto eternidad en el corazón de ellos, de modo que el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin” (Eclesiastés 3:11). En la tierra, toda la creación era estéticamente perfecta y agradable a los sentidos. Dios dio al hombre el sentido de la eternidad, de que pertenecemos a algo más grande en la dimensión del tiempo y del espacio. Esta “conciencia del infinito” generaba un sentimiento de conexión entre el Creador y la criatura. En el Edén, el sentido de la eternidad lo satisfacía perfectamente Dios cuando se adoraba su carácter de amor y se reconocía que es el don de la vida.

Cuando Adán y Eva, engañados por Satanás, buscaron el imposible de ser como el Creador (Génesis 3:1-6; véase Isaías 14:12-14), creyendo que podían ser sus propios dioses, abandonaron al verdadero y único Dios. Esta desconexión del infinito nos hace sentir pequeños, preocupados por el futuro que no conocemos e insatisfechos con las cosas transitorias y limitadas de nuestra vida de pecado. Esta desconexión generó una búsqueda incesante de lo que habíamos perdido. Había que volver a llenar el vacío, y Satanás se aprovechó de ello para distorsionar el concepto de adoración. Con el paso de las generaciones, antes y después del diluvio, los seres humanos trataron de satisfacer esta necesidad buscando poder y prosperidad y adorando imágenes esculpidas de dioses imaginarios o de ellos mismos (Éxodo 20:3-6). Por ello, la humanidad se sumió en los peores estadios de violencia, perversión, corrupción y degradación.

Hoy en día, aunque haya personas que desconozcan o sean escépticas en lo que concierne a Dios, todos sentimos la necesidad de seguridad en relación con lo infinito en la dimensión espacio-temporal. Somos una raza de casi 8000 millones de personas que vive en una pequeña mota de polvo cósmico, totalmente expuesta al poder de las fuerzas del universo. ¿Cómo sabemos que el Sol no nos freirá al calor de una supernova, que la Luna chocará con la Tierra o que algún asteroide provocará una extinción masiva? ¿Cómo sabemos si iremos a tener un accidente de camino a casa, o a contraer una enfermedad mortal? ¡Somos tan pequeños ante la inmensidad!

Carl Sagan, cosmólogo ateo, dijo que “la inmensidad solo es tolerable a través del amor”. Pero, Juan dijo que “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Por lo tanto, el ser humano solo puede encontrar la verdadera seguridad y el sentido de la vida volviendo a sus antiguos orígenes.

El pecado se produce cuando el ser humano se postra ante la satisfacción de sus deseos pecaminosos, cuando los sitúa por encima de la voluntad amorosa de Dios. Cada vez que pecamos, nos estamos adorando a nosotros mismos. Esto explica por qué hay tantas religiones. En este contexto, los antropólogos de la religión tienen razón cuando afirman que los fenómenos religiosos son creados por la comunidad humana que se postra ante ellos como mecanismo de proyección. Los seres humanos, ante la necesidad de satisfacer sus aspiraciones pecaminosas, se postran ante dioses fabricados y les ofrecen culto.

Un punto importante que este artículo quiere destacar es que la mayoría de los miembros de estos grupos religiosos promueven la práctica de buenas obras, el bienestar social y la asistencia a los necesitados. Esto ocurre en todo el mundo. Debemos admitir que muchos principios y valores de las principales religiones del mundo son muy similares a los de la Biblia, ¡y esto es encomiable! Esto demuestra que incluso los pecadores sentimos una necesidad inherente de hacer el bien, aunque no podamos practicarla. De hecho, hay mucha gente que no cree en Dios y que servirían de ejemplo a muchos que se declaran cristianos.

Este artículo no pretende criticar la fe sincera de nadie. Pero es un error creer el proverbio de que “todos los caminos llevan a Dios”. Proverbios 16:25 dice que “hay camino que al hombre le parece derecho, pero al final es camino de muerte” (LBLA).

Una de las cosas que diferencia a la religión de la Biblia ─y no estamos hablando del judaísmo ni de ninguna denominación cristiana─ es la forma en que retrata a Dios y al ser humano. En la mayoría de las religiones del mundo, el ser humano está en un camino y debe buscar y practicar la bondad o la guerra a fin de evolucionar a una esfera superior. Sus dioses suelen ser representados como seres que han evolucionado en el mundo espiritual, energías impersonales o divinidades preexistentes, caprichosas y a menudo crueles, que deben ver satisfechos sus apetitos mediante ofrendas o grandes sacrificios. Esta es incluso la razón de muchos conflictos y actos terroristas en el mundo.

Pero la Biblia retrata a un Dios totalmente diferente. Él es único, todopoderoso, creador de todas las cosas, dador de vida, poseedor de toda la autoridad en el universo y digno de adoración. Pero Dios también es amor, y ama a los seres humanos hasta el punto de morir para salvarlos de su condición irreversible de pecado. También nos manda amar a los que piensan diferente a nosotros. Por eso, Juan 3:16 resume la obra de Dios en favor de la humanidad caída: “Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (NTV). Mientras que muchas religiones del mundo, incluidas algunas cristianas, defienden que el ser humano necesita buenas obras para alcanzar la salvación, la religión de la Biblia defiende que el único que puede salvar al hombre y elevarlo a un nivel superior de existencia es Dios.

Jesús, la revelación personal de Dios al hombre, dejó claro en Mateo 7:13 y 14 que solo hay dos tipos de caminos: “Entren por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran” (NVI). Por lo tanto, solo un camino lleva a Dios, y ese camino es Jesucristo (Juan 14:6).

Siendo así, debemos acudir al estudio de la Biblia para conocer a Dios y adorarlo. “También tenemos la palabra profética que es aun más firme. Ustedes hacen bien en estar atentos a ella como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que aclare el día y el lucero de la mañana se levante en su corazón. Y hay que tener muy en cuenta, antes que nada, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque jamás fue traída la profecía por voluntad humana; al contrario, los hombres hablaron de parte de Dios siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:19-21).

La Biblia dice que habrá muchas personas en la eternidad que nunca tuvieron idea de quién es Dios, o que incluso recibieron un concepto totalmente distorsionado de él. Estas personas tendrán el privilegio de conocerlo cara a cara y aprender de su amor en la eternidad.

Pero Jesús nos dice: “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones… enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado” (Mateo 28:19, 20). El Señor requiere del verdadero cristiano que hable con firmeza y amor a cada persona sobre el plan de Dios para salvarnos y restaurarnos al propósito de vida que él ha previsto para nosotros. Si amamos a Dios, debemos predicar la palabra a tiempo y fuera de tiempo (2 Timoteo 4:2) aprovechando cada oportunidad para presentar al Salvador al mundo.

Autor: Denis Versiani es magíster en Teología.

La publicación original de este artículo se encuentra en la página web:  https://biblia.com.br/perguntas-biblicas/por-que-ha-tantas-religioes/

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