Testamento escrito con sangre
Salvación
septiembre 17, 2025

Es en la sangre de Cristo donde se cumple todo el ritual del santuario. Es en la sangre de Cristo donde el antiguo pacto cobra sentido.
Denis Versiani
Muchas disputas familiares podrían haberse evitado si el progenitor fallecido hubiera hecho un testamento en el que expresara su voluntad sobre los bienes. Conozco un caso en el que los padres fallecieron sin legar su vivienda a sus hijos vivos, de modo que estos se dividirían el valor de la herencia como ellos querían. Como consecuencia, hay una batalla judicial entre los hijos y algunos nietos por el reparto, y esto trae mucho dolor a la familia. Por lo tanto, hacer un testamento es importante.
Cuando alguien se da cuenta de que su muerte está cerca, puede transmitir sus bienes a otras personas o entidades mediante un testamento. En este documento, la persona también puede nombrar un tutor, confesar una deuda o reconocer a un hijo. Al tratarse de un documento tan importante que expresa la voluntad unilateral del testador, tras su fallecimiento, el testamento adquiere carácter solemne, personal y jurídico, y no puede ser revocado ni modificado.
El escritor del libro de los Hebreos, hablando del efecto legal de un testamento, dice que “En el caso de un testamento, es necesario constatar la muerte del testador, pues un testamento solo adquiere validez cuando el testador muere, y no entra en vigor mientras vive” (Hebreos 9:16-17). ¿Cómo puede entenderse este texto? ¿De qué hablaba el autor de Hebreos cuando mencionaba la importancia del testamento?
Cuando Adán y Eva cayeron en el pecado en el jardín del Edén, se alejaron de la gloria y la vida que Dios les había dado. Perdieron su condición de hijos de Dios. Esta situación exigía la muerte definitiva e inmediata de la pareja. Deberían haber sido destruidos. Pero para demostrar su amor por la humanidad y por el universo, Dios puso en marcha el plan de salvación, concebido antes de la fundación del mundo. En este plan, el Hijo de Dios asumiría la naturaleza humana sin pecado, viviría como un hombre y moriría, tomando sobre sí el pecado y la condena de toda la humanidad (Juan 1:14, 29; cf. Isaías 53:4-5). Mediante su sacrificio, Jesús tendría los méritos y la autoridad legal ante todo el universo para declarar justo a todo aquel que creyera en él (Juan 3:16-17).
Pero, desde la caída de Adán hasta la muerte de Cristo, ¿qué pasó con los pecados cometidos? ¿Quedaron sin ser perdonados? Si Cristo aún no había muerto, ¿qué les garantizaba la vida? Así, sobre la base de este plan de salvación, se hizo un pacto con todos los patriarcas desde Adán, y posteriormente se ratificó mediante el ritual del santuario israelita.
El libro de Hebreos describe brevemente todo el ritual establecido en el libro de Levítico. En Hebreos 9:1-7 se describe el tabernáculo israelita como modelo del santuario celestial, con sus dos salas, así como los servicios que se realizaban a lo largo del año. En la primera sala, el lugar santo, los sacerdotes ejercían su ministerio diariamente; en la segunda sala, el lugar santísimo, el sumo sacerdote oficiaba la expiación una vez al año con la sangre de un macho cabrío.
El autor de Hebreos dice que un sacerdote debía realizar el servicio sagrado ofreciendo sacrificios por sus propios pecados y por los del pueblo. Esto demuestra que el sacerdote también necesitaba la mediación porque era un pecador. Para que el pecador no muriera, Dios estableció que, desde Adán, y luego en el ritual del santuario, las cosas santas debían ser santificadas con la sangre de los becerros y de los machos cabríos (Hebreos 9:7, 19). En este pacto, el pecador debía ofrecer un animal que era sacrificado y cuya sangre se derramaba en su lugar para el perdón de los pecados. Todo esto era una parábola, una ilustración de lo que el sacrificio de Cristo en el Calvario haría por el pecador.
El primer ─o antiguo─ pacto, simbolizado por el ritual del tabernáculo israelita, se basaba en el derramamiento de sangre animal, que sustituía al pecador. Pero, a causa de su imperfección, diariamente ─mañana y tarde─ un cordero tendría que morir. El sacrificio debía repetirse cada día. Esto demuestra que todo eso fue realmente ineficaz para perfeccionar al adorador (Hebreos 9:9-10). Eran solo símbolos de un proceso didáctico que debía enseñar al pueblo su estado pecaminoso. Estos símbolos debían preparar el corazón del adorador para recibir por fe el perdón que solo llegaría en el futuro.
Como hemos analizado al principio del artículo, un testamento tiene el efecto legal de, por ejemplo, legar la herencia de un padre a su hijo. Así, ¿cuál es nuestra herencia? Somos perdonados, adoptados por Dios, formamos parte del pueblo santo, somos declarados justos ante todo el universo, llegamos a ser partícipes de la naturaleza divina y recibimos en nuestras vidas el amor y la presencia de Dios aquí y en la eternidad. Esa es nuestra herencia (Hebreos 8:10; Juan 3:16, 17; 1 Juan 4:9-12). Hebreos 9:11-14 nos dice que la sangre de los animales solo podía limpiar las cosas visibles, pero no tenía ningún efecto para salvar al pecador. Pero la sangre de Cristo, inocente, pura y sin pecado, tiene el poder de limpiar al pecador a nivel de la conciencia. Es en la sangre de Cristo donde se cumple todo el ritual del santuario. Es en la sangre de Cristo donde el antiguo pacto cobra sentido, y se convierte en un pacto nuevo y superior. A través de la sangre de Cristo, recibimos la justicia de Dios que limpia nuestra conciencia de todo el mal que vivimos, y entonces vivimos para servir a Dios. Nos salvamos por gracia mediante la fe, y esto no puede venir de nosotros, sino que es un don concedido por Dios (Efesios 2:8-10).
El nuevo pacto era un testamento que Dios hizo, pero que aún no había sido validado porque Cristo no había muerto (Hebreos 9:17). Sin embargo, luego de que murió en la cruz y resucitó, Cristo regresó al cielo y entró en el santuario celestial para ministrar su justicia en favor de todos los que creen en él (Hebreos 9:24-28). En ese momento, el perdón otorgado por Dios estaba visiblemente garantizado. Cuando Jesús se convirtió en sacerdote, luego de ofrecerse a sí mismo como sacrificio, entró en vigor el testamento anunciado por el antiguo pacto. A partir de entonces, el antiguo pacto dejó de estar en vigor porque la sangre derramada por Cristo para la salvación del pecador inauguró un pacto superior (Hebreos 8:6). Jesús murió una sola vez a fin de garantizar nuestra herencia y de perfeccionarnos mediante la santificación (Hebreos 10:12-14). En ese momento, Jesús tomó sobre sí la iniquidad de todos nosotros. Así, Jesús no solo concedió el perdón definitivo a todos los que vivieron antes que él, sino también a todos los que creerían en Cristo en las generaciones posteriores. Por medio de ese sacrificio, somos justificados, santificados y perfeccionados con una gloria cada vez mayor, teniendo el poder del Espíritu en nuestras vidas (2 Corintios 3:18).
Amigo lector, este testamento tiene un efecto muy personal, porque es el propio Dios del Universo, hecho hombre, quien nos lega esta herencia. Tiene efecto legal porque, a través de su pacto, somos declarados justos ante todo el universo. Este testamento tiene un efecto irrevocable porque ha sido aprobado por la ley de la vida que rige el universo y que Dios quiere escribir diariamente en nuestros corazones.
Querido amigo, fuiste salvado en la Cruz del Calvario. Tu herencia ya está garantizada. Jesús está hoy en el santuario celestial intercediendo por ti para garantizar tu santificación cada día.
“Y así también como Cristo se ofreció a sí mismo una vez por todas para quitar nuestros pecados, se presentará por segunda vez sin pecado a los que le esperan para la salvación” (Hebreos 9:28, traducción libre). Acepta esta herencia y disfruta la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento y guarda tu corazón en Cristo Jesús (Filipenses 4:7).
Autor: Denis Versiani
La publicación original de este artículo se encuentra en la página web: https://biblia.com.br/perguntas-biblicas/testamento-escrito-com-sangue/
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